miércoles, 29 de febrero de 2012

Cuba. Un país para recordar.

Después de un gran viaje siempre dicen que vendrá otro mejor... y en este caso lo afirmo. 
El viaje del que voy a hablar hoy surgió con una promesa que hicimos estando en México, en la que decidimos que justo en un año nos volveríamos a reunir los tres para hacer otro viaje, ese viaje de México fue muy especial, ya que fue el primer viaje que hice con una de las personas mas importantes de mi vida.
Después de esa promesa que hicimos no pudimos volver a esperar un año para volver a viajar los tres juntos, así que, seis meses después pusimos rumbo hacía Cuba.


Lo primero que me viene a la cabeza de ese viaje es sin duda alguna, la llegada al aeropuerto, ese aeropuerto lleno de banderitas de todos los países y con unos controles demasiado exhaustivos, largos y pesados después de 10 horas de vuelo.


Nuestra llegada a La Habana coincidió con un huracán que había pasado esa misma mañana, así que la ciudad estaba llena de agua y bastante descontrolada. 
Como después de la tormenta siempre llega la calma, al día siguiente el sol radiante nos dio la bienvenida.
Nos dejamos llevar por el encanto maravilloso de las callejuelas de La Habana, sintiendo cada sonrisa que nos dedicaban los cubanos.
Hicimos turismo y visitamos las cosas imprescindibles de la ciudad, pero como en muchos viajes pasa, mas que cautivarte en si por el lugar te cautiva la experiencia vivida en dicho lugar. Mi experiencia fue maravillosa, conocimos a dos personas que nos aportaron muchísimo mas en un día que personas que llevan toda la vida con nosotros. Reímos, comimos, andamos, hablamos y vimos un atardecer tirados en el malecón que duró mas de cuatro cortas y maravillosas horas. Cuando la noche se puso, llego la hora de la despedida, una despedida bastante dura, porque sabías en tu interior que nunca mas volvería a pasar esa situación y que a lo mejor nunca mas volverías a ver a esas maravillosas personas. Recuerdo, que después fuimos a cenar a la famosa bodeguita del medio, y que en la mitad de la cena, el grupo que cantaba en directo se acercó a nosotros para empezar a cantar una canción preciosa, ninguno de los tres pudimos evitar soltar mas de una lágrima debido a la mezcla de sentimientos vividos.


Dos días mas tarde pusimos rumbo hacia Varadero, haciendo un par de paradas en pueblecitos que sin duda merece la pena visitar, me encantó el pueblo de Matanzas, con sus casitas de colores y las sillas en las puertas.


La llegada a Varadero fue espectacular, para que os voy a engañar, un día radiante en un hotel aún mas radiante si cabe, en el que por cierto, luego nos enteramos que grandes personajes famosos se habían alojado en el hotel y no me extraña nada por que la privacidad era absoluta.
Aqui los días pasaron lentos y relajados, disfrutando de cada rayo de sol, de momentos de navegación por el mar y momentos de submarinismo, risas, cockteles y atardeceres impresionantes. 


Y una vez mas, estamos los tres juntos creando un cuaderno de aventuras vividas y con muchas páginas en blanco de aventuras por vivir. Se cierra así una experiencia inolvidable en tierras cubanas que sin ninguna duda me quedo con la honradez, las sonrisas, la humanidad, humildad y calidez de los cubanos. Creo que todos deberíamos aprender un poco de esas personas que sin tener mucho te lo dan todo.


Nuestra aventura continua.






















martes, 7 de febrero de 2012

La maravillosa Tailandia

Recuerdo, desde que tenía unos 12 o 13 años las ansias por visitar Tailandia.... Después de recorrer muchos países, aun se me resistía el gran continente asiático.
 Esta aventura comenzó cuando planteándonos un nuevo destino para el mes de octubre surgió la idea de ir por fin a esa parte del mundo tan esperada y que por ese entonces no había surgido, y ese era el momento, lo sabía.


Cuando decidimos finalmente visitar Tailandia, nos pusimos manos a la obra a buscar hoteles y recorridos... llegamos a la conclusión de que no quería un tour organizado y nada que se le pareciese, al igual, que tampoco quería un viaje en el que estuviéramos cada dos noches cambiando de ciudad, así que nos decidimos por visitar Bakgkok, la capital y las maravillosas playas del sur de Tailandia, concretamente Phuket.


El día 6 de octubre, por fin, pusimos rumbo a nuestro primer destino en Tailandia, Bangkok:
Me acuerdo de esa maravillosa sensación que se siente cuando bajas del avión y es entonces cuando de verdad te das cuenta de que estás en un país nuevo que te mueres por ganas de visitar. Y si, he de decir que solo me bastó el camino en coche desde el aeropuerto hasta el hotel para darme cuenta de que ese país me cautivaría y que nunca nunca lo olvidaría.


Los días en Bangkok pasaron rápido, pero muy bien aprovechados, me deje llevar por cada sonido, cada sabor, cada gesto y cada maravillosa sonrisa de los tailandeses. Respiraba hondo, inhalaba el fuerte olor a incienso de los templos  e intentaba meditar y hablar con mi interior en cada figura de Buda que me encontraba, mientras mis pies descalzos sentían el frío suelo del templo. Te arrodillabas y contemplabas con admiración la fe de los budistas.


Después pisabas asfalto, mercadillos y puestos de comida y también te dejabas llevar por esa sensación de estar en armonía con el país en el que te encuentras, viviendo el momento y olvidándote absolutamente de todo.


Cinco días después pusimos camino hacia Phuket:
Después del vuelo y de mas de una hora de camino por carretera llegamos al hotel, un hotel, que sin saber de su existencia antes de organizar el viaje, tenía la sensación de que toda mi vida había querido estar allí.



Fue realmente un sueño cumplido cuando nos acompañaron hasta nuestra villa, una maravillosa pool suite villa, con un terraza inmensa, lago de nenúfares, piscina y una zona chill out desde la que se podía ver el mar y los islotes y todo rodeado de vegetación, como un  regalo envuelto con un maravilloso papel y un gran lazo.


En Phuket, nos dejamos seducir por la palabra placer 100%, masajes, sol y días larguísimos en Bon Island, un islote privado y con una playa paradisiaca y desierta solo para tí desde la que accedias en lancha desde el muelle del hotel. Y por si esto era poco, en la propia playa te esperaba una cabaña de madera entre los árboles con una inmensa cesta de frutas. Me acuerdo, de los viajes en lancha de vuelta al hotel, en los que los colores del atardecer eran impresionantes y el agua se volvía de un intenso color naranja.


También tuvimos tiempo de visitar la caótica ciudad de Patong entre algunas otras mas, donde terrazas, puestos, mercadillos, música, compras y mucho bullicio nos despertaba del edén donde nos encontrábamos en Rawai que era donde estaba el hotel.


Después de ocho días en Phuket, nos tocaba volver y finalizar así nuestro inolvidable viaje a Tailandia, un país en el que sin duda alguna, algún día volveré, sin prisas, para dejarme llevar por cada pueblo y cada ciudad que forman este maravilloso destino.


Y antes de despedirme, quiero dejar una cosa que aprendí durante esos días; Cuando los budistas recitan los mantras con el japa mala, compuesto por 109 cuentas, de las cuales 108 son iguales, excepto una que es especial, que al tocarla mientras meditas, debes parar, y dar las gracias a todo y a todas aquellas personas que te han aportado algo a lo largo de tu vida, una vez hecho esto, continuas recitando mantras para llegar al equilibrio personal que a tantos nos hace falta.